martes, 19 de octubre de 2010

COMBO 7 CAPÍTULOS. Es lo que hay...

XVII

Desperté de aquel bello sueño como de una pesadilla: respiraba agitadamente, me corría sudor frío por la frente y la nuca pero además, sentía miedo, aunque no sabía de qué.

¿Quién era ese misterioso personaje? Cada vez que trataba de pensar en eso, me alejaba más y más de una posible respuesta. Sin tomar en cuenta el rostro, que no vi, a pesar de que la máscara prácticamente desapareciera al final del sueño (punto en el cual la oscuridad era casi total), no podía llegar a una conclusión útil sirviéndome de otros elementos. Parecía ser muy alto, de pelo oscuro, pero estos datos no me decían nada.

Bueno, si ni siquiera yo puedo saber quién es el sujeto que yo misma soñé, me parece lo más razonable asumir que no existe, que se trata de la personificación de otra cosa, un algo más abstracto, y no por eso menos real, de, por ejemplo, mi soledad, o algo así.

No obstante, en ese momento eran las 3:30 de la mañana, y a esas conclusiones llegaría recién al día siguiente.

Me arrojé en la cama, sintiendo bastante calor y preocupación. Harta de la situación, bajé sin ganas a la cocina y me serví un vaso de limonada. Miraba por la ventana la calle deshabitada iluminada por el triste poste…

Miré hacia adentro, un brillo rojo llamó mi atención.

Era sólo el teléfono. No pude evitar pensar en esa trágica noche en que Alejandro contestó mi llamado. ¿Estaría despierto? Subí a mi habitación y tomé mi celular. Allí estaba Alejandro en mi lista de contactos. “Supongo que si está durmiendo, entonces su celular debe de estar apagado.” Pensé como justificándome y presione el botón verde. El celular empezó a sonar y con todas mis fuerzas deseé que no estuviera durmiendo…

-¿Hola?- Era su voz, era inconfundiblemente su voz…-¿Hola, Anahí?-

¡Pero claro! ¡Tenía mi número agendado!

-Hola, Alejandro…- Había olvidado por completo qué me motivó a llamar a semejante hora, no obstante dije:-¿Qué hacés?-

-¿Yo? No mucho, escribía un cuento.-

-Ah…-

-Sí, en mis sueños.-

-Oh…-

-¿Por qué llamás? ¿Puedo ayudarte en algo?-

La vergüenza me invadió sobrecogedoramente, pero suspiré y solté –Es que estuve pensando en vos… Ahora precisamente acabo de tener un sueño que… Bueno, vos no aparecías pero…- ¡Por Dios!

-¿Qué sueño?- preguntó tranquilamente. Me pregunté si esa paciencia era forzada.

-Emm… sólo un sueño que… era muy extraño, aparecía un tipo enmascarado. No es que eso me haya hecho acordar de vos, sólo que, bueno, sentí que tenía ganas de comentarlo…- No... Muy mal, realmente muy mal.

-Bueno, tal vez sólo era un sueño raro y nada más.-

-Eh, es posible.-

-¿O conocías al sujeto?- Dijo y luego escuché como bostezaba largamente. Antes de que acabara dije:-No, no era parecido a nadie que yo conozca. Bueno, sin contar con la cara, que no se vio.-

-Bueno, entonces me parece que podemos volver a un apacible sueño.-

-Sí, opino lo mismo.-

-Pero antes una cosa.-

-Sí.-

-La próxima vez mandá un mensaje antes de llamar a la madrugada, ¿dale? Por si estoy durmiendo.- Sentí bastante calor en los cachetes.

-Sí, Alejandro.-

-Bueno. Buenas noches. Que descanses.- Dijo con dolorosa dulzura.

-Buenas noches.-

XVIII

En un museo, paseaba sola entre paredes blancas y obras de aburrido esplendor. No me sentía bien desde hace tiempo. Muchas veces me pasó no saber qué es lo que me ocurre por dentro, solo sentir, sentir y no conocer por qué me siento de una u otra manera. En esos días sentía mucha incertidumbre y sobre todo estaba triste, o al menos apática, sin motivo aparente.

Un sujeto se acercó por detrás de mí. Vi su sombra en la pared pero no hice nada.

-Anahí.- La voz me era familiar. Me volteé y mis ojos vieron una vez más al saxofonista frustrado. Sólo dije:- Hola.

-Anahí, esto parece una coincidencia, pero no lo es. Sí nos volvimos a ver, lo sabía, pero ¿sabe por qué?-

-No- En realidad no entendía de qué me hablaba.

Él permaneció allí sonriendo tranquilo. Se quitó sus acostumbrados lentes de sol y reveló sus verdes ojos, en silencio.

-¿Puedo invitarle un café?- dijo después de un instante.

Salimos del lugar, él me condujo hasta un pequeño y confortable bar. Pensé en que sólo hacía esto porque estaba aburrida, o sin ganas de hacer nada de nada. Él pidió café con leche para los dos y le dije: -¿Y qué tal si pensaba pedir otra cosa?-

-Es ese el punto precisamente.- dijo sonriente.-El destino nos ata, Anahí.-

De repente tuve la sensación de estar hablando con un loco. Sonriendo dije: -Explíquese por favor-

-Anahí…- dijo tomando mi mano suavemente. Sus ojos verdes se dirigieron a mí, fulminantes. -Estoy enamorado de usted.-


XIX

Me quedé dura observando sus peculiares ojos, su semblante parecía sincero. No me esquivó la vista, la sostenía firmemente y sostenía firmemente mi mano también. Me sentí agitada, todavía podía ser mentira.

-Usted… ¿Por qué dice eso? ¿Está hablando en serio? Apenas nos conocemos…-

-Anahí, desde el instante que la vi supe que todo esto era cierto, porque antes ni yo mismo hubiera creído que fuese posible.-

Estaba cada vez más confundida. No entiendo por qué permitía que siguiera tomándome la mano. Es cierto que de alguna forma confiaba en él…

-No lo comprendo. No, usted se ha equivocado de persona.-

-Escuche, Anahí.- dijo y, para mi sorpresa, se fue afuera. Lo seguí con la mirada como esperando que desaparezca para desaparecer yo también y de repente abrió la cajuela de un auto que estaba fuera de allí, extrajo algo y volvió a la mesa.

Era su saxofón y yo estaba acorralada.

Se acercó y cerrando los ojos empezó a tocar una melodía muy relajante y romántica. La gente nos miraba. Cuando terminó luego de 5 eternos minutos, la gente no era más gente, era su público que aplaudía y ya pedía otra canción. Me pregunté si era su revancha por el espectáculo arruinado de la otra noche.

-Compuse esa música pensando en usted. ¿Comprende?-

-…No.- dije nerviosa. El clamor de la gente mermó y finalmente se extinguió.

-Representa mis sentimientos hacia usted, Anahí.- dijo.

Era demasiado para mí. Al parecer el pobre era una víctima más del revoltoso Cupido. La situación me confundía, pero sólo pidió la cuenta y me dijo que me acercaría en su auto.

En el trayecto sólo hablé para indicarle hacia dónde ir. Juan Pablo Molina manejaba en silencio.

Llegamos y salí del auto. Él se bajó también, me dispuse a despedirme de él pero comenzó a hablar:- Lo sé, esto ha sido demasiado precipitado... Debo aprender a controlarme.- tenía una mano en el cabello, parecía de cierta forma frustrado...- Te lo explicaré, te lo explicaré todo. Lo prometo; pero de momento no es posible.- Me miró un poco triste, yo, lejos del bar y de la serenata, ya estaba más relajada.

-Juan Pablo, creo que hay que hablar sobre esto. Si ahora no podés, no te preocupes, está bien...- no supe que más decir.

De repente sus pupilas refulgieron peligrosamente felices. Sonrío justo después.

-Volveré por ti en cuanto me sienta listo.- agregó.

-Bien. Nos vemos entonces.- Dije con cortesía y me metí despavorida en mi casa.

XX

-¡Anahí, te buscan afuera!-

-¡Ya salgo mamá!- Ay, estaba en el baño, ¡mi mamá es una impaciente!

Abrí la puerta y ahí estaba él; guitarra al hombro, cabello desordenado y rostro sonriente.

Le dejé entrar en mi living. Tardamos tan poco en reír, en cantar, al son de la viola, y tanto en terminar... Nos cantamos la vida. Una vida, ¡sí! una vida de esperarnos recuperada en una sola tarde. ¡Qué calidad! ¡Hasta nos inventamos una canción! Era sobre un barco que viajaba por la arena o algo así. Entonces recordé algo que me carcomía y le pregunté:- Y... ¿que hiciste con mi foto?-

-¿Tu foto? La borré.- su mueca de burla, enmascaraba algo de desconfianza y ansiedad. Ni me reí. Volví a la carga.

-Ah, pensé que para algo la habías sacado. Yo no desecharía una foto tuya.- Se me acaloró el rostro pero le sostuve la mirada.

Se me quedó viendo. Luego bajó la vista. Parecía preocupado pero no pude ver su expresión. Dijo -Mirá lo que pasa por la ventana.- Miré y solo estaban la calle y el poste -¿Qué? No hay nada.- Al volver mi rostro hacia él, puso su mano en mi hombro y me propinó un beso desagradablemente agradable.

-¡¿Qué hiciste?! ¡Hacete cargo!-

-Claro que pienso hacerme cargo,- añadió campante -mi amor.-

XXI

Así fue como empecé a salir con Alejandro De Los Ríos… ¡Ay, es una locura! ¡Una locura absoluta! Estoy tan emocionada que no sé qué decir... Él se ha ido, ya hace unas horas. Estoy en mi habitación a oscuras y a pesar de estar acostada no puedo dormir. El muy maldito se sacó una foto conmigo sin avisar y salió huyendo. Justo después llegó mi papá del trabajo y me preguntó que hacía.

Pensé demasiado para decir:- Nada.- y sonreí ampliamente.

-Mmm… no sé qué me ocultarás, chiquita.- Dijo como en broma, acarició mi barbilla y pasó a investigar en la cocina como de costumbre.

Suspiré y miré por la ventana, el auto estaba siendo meado por Mindy, la mimada de mi vecinita.

Del otro cuarto vino:-¡Pero querido! ¡Soltá esa olla, enseguida sirvo!-

XXII

Durante la cena mi celular escandalizó el silencio y mi mamá dijo: -¿Quién es? ¿Qué dice?- Me limpié con la servilleta y revisé el aparato. Al momento leí el nombre “Alejandro” y comprendí que debía pensar rápido en una alternativa de nombre y de contenido de mensaje y expresar todo de forma creíble. Abrí la boca, mi mamá, los ojos.- ¡Qué ricos estos canelones, mi amor! Me parece que repito.- Mi papá se levantó de la mesa y corrió a la olla, plato en mano. ¡Fiuus! Me dio tiempo para pensar: -Es una promoción, de esas de Personal-

-Ah, pucha. No me gusta eso, pienso que es algo importante y nada que ver. ¡Ash!- Mi mamá siguió comiendo los canelones que de hecho, estaban riquísimos. De la cocina llegó un redoble metálico/pétreo y un ¡¡Aahhh!!!

XXIII

Entré a mi cuarto, en la cama estaba mi gata, Miruku. Le acaricié el lomo y la llevé a su cucha, le puse alimento en su platito y volví a mi habitación. En el celular seguía el símbolo de sobrecito sin abrir al lado del nombre. Ese maldito nombre. Me esforcé, pero terminé cediendo a esas extrañas fuerzas que incitaban a mis labios a sonreír. Abrí el mensaje con el pulgar y leí:

¿Cómo estás, amada mía? Yo aquí, pensando en ti y también viendo Los Simpsons. Estaba preparando una sorpresa, ya terminé. Visitá mi blog cuando puedas ¿dale? Ale

Estaba que me moría de ganas por contestarle pero justo en ese momento no tenía crédito. En casa no teníamos Internet, salvo la notebook de mi mamá que podía captar el Wi Fi del vecino. Era muy tarde para que me la prestara, casi las 12. Suspiré largamente y encendí el reproductor mp3. Con la leve música de fondo me puse a fumar un CJ, deleitándome con volutas y fluidas formas que serpenteaban, elevándose hasta la bóveda del techo…

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