lunes, 16 de abril de 2012

MARÍA JOSÉ

Miré detenidamente. Me detuve a mirar más detenidamente que de costumbre; miraba esa nube amarilla crema. Una muy grandota que me recordaba a los helados, esos de sabor a vainilla que comprábamos en la heladería del centro. Los helados más ricos. Los más caros (¡!), nunca me dejan comprar dos, siempre me toca compartir con Lola.
Pero la nube no la tengo que compartir con ella. Pensé en ponerle una cuerdita, y atarla a la cama, así no se escapa. Va a ser como un globo, o una cometa súper extra gigante. Voy a desfilar con ella por las calles en los días soleados.
Durante las tormentas la voy a esconder en medio de las montañas para que no se asuste, ni se moje. ¡Y definitivamente no la presto! Frunciré todos los ceños que deba, pucherearé hasta el cansancio, pero no la presto… sobre todo a Lola. Ella siempre quiere lo que tengo yo.
El pasto verde está bien cómodo, suavecito, acolchonado. Un poco húmedo. El pasto de la placita es la cama perfecta para mirar el cielo y controlar que esa nube amarillo crema no se me escape. La veo moverse despacito, la veo indecisa mientras el viento la lleva a dar vueltas. De a ratitos el mismo viento le hace agujeritos, pero no duran mucho, se parcha con otras nubes o quizás encuentra partecitas de ella misma y se reacomoda. ¿Cómo será ser nube? ¿No tener cuerpo y vivir eternamente en el cielo?
Cuando vuelva a casa le voy a preguntar a José que sabe mucho, mucho, de todo, porque fue a la universidad (dice mi mamá) si las nubes son eternas. ¿Y si se mueren a dónde van?
Y al final de cuentas siempre cambian de forma ¿Por qué? ¿Será que se van gastando como las gomas de borrar? Y si es así,… ¿Las nubes se mueven o se desgastan?
Uff, hora de la leche. Voy a tomar el té al lado de la ventana y a buscar una cuerda. Definitivamente es mejor tener una nube que una cometa… ahora tengo que pensar como le ato la cuerdita. 

miércoles, 11 de abril de 2012

SI TÚ ME OLVIDAS


QUIERO que sepas

una cosa.


Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja 
del lento otoño en mi ventana, 
si toco
junto al fuego 
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña, 
todo me lleva a ti, 
como si todo lo que existe, 
aromas, luz, metales, 
fueran pequeños barcos que navegan 
hacia las islas tuyas que me aguardan.


Ahora bien, 
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.


Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.


Si consideras largo y loco 
el viento de banderas 
que pasa por mi vida 
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.


Pero
si cada día, 
cada hora
sientes que a mí estás destinada 
con dulzura implacable.
Si cada día sube 
una flor a tus labios a buscarme, 
ay amor mío, ay mía, 
en mí todo ese fuego se repite, 
en mí nada se apaga ni se olvida, 
mi amor se nutre de tu amor, amada, 
y mientras vivas estará en tus brazos 
sin salir de los míos.


Pablo Neruda