miércoles, 16 de mayo de 2007

... mientras miraba la página, por su mente pasaban imágenes, palabras, recuerdos de lo que solían ser.
Por un momento lo sintió cerca y el pecho se le llenó de alegría, levantó la mirada expectante, pero no vió a nadie, su corazón retomó el ritmo normal, pero en su pecho se formó un vacío inexplicable, profundo, doloroso. En ese instante todo lo que quería era verlo, por unos segundos, para poder mentirse - y mentirle - al decirse a sí misma que no lo necesita.
Se dió cuenta de que no lo vería, por que él no estaba cerca y probablemente nunca más lo estaría. Volvió su mirada hacia la hija, su mente retomó los recuerdos y su corazón se sumió en la ilusión. Pasado unos minutos, una lágrima (sólo una) rodó por su mejilla, se levantó, guardó el libro en su bolsito tejido y empezó a caminar, segura y firmemente, pero con el alma destrozada y sin energías para volver a amar, con la seguridad de que yo no hay nada ni nadie a quien esperar.

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