miércoles, 3 de agosto de 2011

Pobre de mí. El paisaje me muerde pero yo no lo voy a describir. El protagonista me hunde los colmillos pero no deseo prestarle atención. No cuento su historia; pero primero no oigo su historia, no quiero ¡cállate Vincent! ¿Por qué si digo palabras tengo que hablar de alguien? ¿Es obligatorio tocar un tema? Yo para nada lo deseo. Siento que puedo prescindir de ciertas cosas y aún así captar la atención del lector, por mi propio mérito. Sí, ya sé, de seguro la mayoría que lee esto me conoce y lo hace porque le invité a hacerlo, pero todo eso no es nada más ni nada menos que mi mérito propio. No es que no tenga nada para decir, ni que no se me ocurra cómo hacerlo, solo quise ponerme a prueba como escritora. Pensé ¿cómo puedo escribir sin usar nada más que mi propia elocuencia y habilidad? ¿Cómo puedo saber que me leen por cómo escribo y no por solo referirme a algo interesante? Y se me ocurrió esto, que invalida totalmente lo que acabo de decir sobre quienes me conocen y lo leen porque se los pedí. En todo caso, si no me conoces y llegaste hasta el final tal vez (y digo TAL VEZ) tenga alguiiiiiiito de buena escritora.