sábado, 30 de enero de 2010

Melancólicamente levantó la mano para dar la última de las pinceladas... melancólicamente.
La luz que entraba a la habitación provenía de la ventana. Esta a su vez era reflejo de la luna que esa noche alumbraba tímidamente sobre el cielo.

La luz recaía completamente sobre el cuadro que estaba terminando, sus tonos eran ocres y azules, aunque se podían ver algunas vetas blancas asomando entre algunos bordes. Una vez más reflejó en su obra aquello que sentía. Desagotó su corazón a través de los óleos y los pinceles.

Miró fijamente el cuadro por unos segundos; quizás unos minutos. Se perdió en la intemporalidad de sus pensamientos. Finalmente y con mucho cuidado, lo llevó hasta una pequeña mesa de metal que no tenía nada de especial y que podría uno, quizás, nunca notarla. Dejó el cuadro sobre la mesita. Luego, con tranquilidad empezó a cambiarse... se interrumpió unos momentos para lavarse las manos manchadas con aceite. Volvió del baño y continuó quitándose la ropa y reemplazándola por otra prenda.

Acostóse completamente agotado, tal así que dejóse caer pesadamente sobre la cama. El sueño se apoderó rápidamente de su mente y él se dejó llevar. Soñó con grandes cosas y una vida nueva esa noche... soñó y siguió soñando.
De madrugada cortó su sueño el sonido inefables del despertador. Nuevamente, y seguramente hasta el hastío y quizás hasta la muerte, la rutina lo llamaba. Nuevamente el trabajo exigía su presencia; "que triste" pensó para sus adentros. Volver a donde no quiere, para así poder pagar, comprar... alcanzar ese pedacito de sí mismo que encuentra cuando tiene sus manos manchadas por el óleo y esta dando la primera, o la última pincelada.