Y continúa de esta manera...
IX
Luego de esa conversación se aligeró mi alma. De alguna manera purgué la pena. Ya no pensaba tanto en el pasado como fantaseaba sobre el futuro. Una mañana llegaron los resultados de los parciales por carta. De mis seis materias, promocioné cuatro y las otras dos las regularicé. Mis ingenuos padres se pusieron taaan contentos...
-Dale, Anahí. Tu papá nos va a dejar a todos sordos.-
Otra vez el concierto de solo de Klaxon en Do Mayor ejecutado por Alfredo Regazzoni con mucho cariño, para todo el vecindario.
-¡¡A-na-hí!!- Mi mamá abofeteaba la puerta salvajemente y no tuve otra que salir.
-Bueno, vamos, apurate- dijo al mismo tiempo que contemplaba el bonito vestido celeste que no me ponía hace tanto tiempo y que finalmente, esa noche, cedió a mis esfuerzos.
Metidas en el auto, mi papá pisoteó el acelerador y partimos.
-Espero que no esté feo el tránsito. Estamos ajustados de tiempo-
-¡Ay! ¡Imaginate si los de los Ríos decidieron llegar antes! ¡Nos van a esperar mucho más!- exclamó mi mamá.
-Vos y tu imaginación son el dúo dinámico del año- respondió mi papá.
En ese momento a mí se me ocurrió preguntar cómo me veía con ese vestido, estaba muy ansiosa, pero decidí que era mejor que no se note y permanecí callada.
Cuando llegamos, ya estaba tocando la banda invitada “Los derechos de la cueva” (por favor, que imitación más barata); por supuesto, la mayoría de los comensales ya habían comenzado a comer.
Hallamos la mesa reservada desierta. “Ay, menos mal. Aprovecho para ir al tocador” y se fue mi mamá bastante agitada. Sin embargo, reconocí al señor De Los Ríos cerca de la entrada y luego vi a la familia ingresar y acercarse a nosotros. Pero algo no encajaba. Una señorita muy elegante venía al lado de Alejandro.
X
-Permítanme presentarles a nuestra sobrina, Julieta Jazmín De Los Ríos.- anunció el papá de Alejandro.
-Ella, al igual que Ale, es hija única y ambos se quieren como hermanos.- informó su madre, embelezada.
-Buenas noches, es un placer.- dijo ella y nos saludó a todos con un beso maquinal.
“Así que esta es la voz desconocida que había oído por teléfono. Es mucho más desabrida al natural.”
Luego de eso, el resto de los De Los Ríos procedió al saludo.
-¿Cómo estás?- dijo Alejandro al acercarse.
-Bien- respondí mientras él me besaba la mejilla y extendía un poco el brazo. Sentí que metía algo en el bolsillo de mi saco, pero antes que pudiera decir nada oí el suave ¡shhh!
Todos tomamos asiento. Estaba separada de Alejandro por una silla ocupada por mi madre y quedé justo frente a la insípida. Como podrán notar soy demasiado celosa. Lo sé, es demasiado exagerado si me pongo celosa de un familiar, pero en este caso mi desagrado por ella no sólo era por eso; el sólo verla me provocaba repugnancia. Creo que si ella hubiera sido mi prima no hubiera sido distinto el sentimiento.
Luego de ordenar se inició una conversación trivial acerca del trabajo; mis padres son médicos y los De Los Ríos tienen una farmacia, creo que se conocieron en la Universidad de Córdoba en el último año o algo así. Yo estaba más interesada en ver que era el papel que Alejandro me había dado. Se me ocurrió un buen plan:
-Con permiso. Voy al baño.-
-Tocador, hija, tocador.-
“Whatever” dije en voz baja mientras me retiraba.
Con la puerta cerrada, abrí el papel. Decía:
154750023
demasiadoruidoso.blogspot.com
A.D.
“¿Nada más? ¡Uf!” Busqué en mi bolso una lapicera y un trozo de papel. Escribí:
7dreams@gmail.com
pero quiero hablarte ahora
Ana
Estaba poniendo mi nombre pero por si acaso lo dejé así. ¿Cómo haré para dárselo?
Salí y fui hasta el espejo a revisar mi apariencia. Vi mi desorientada expresión y luego de un instante se me ocurrió escribirle un mensaje de texto. “¡Cómo no lo pensé antes!”
Envié el mensaje a medio camino de regreso a la mesa, presionando el botón del celular en mi bolsillo. Me senté y empecé a comer mi pollo con champiñones.
El mensaje llegó mientras engullía el pollo. La señora De Los Ríos dijo: ¡No puede ser, Ale! ¡Apagá ese celular! ¡Qué vergüenza!
Maldito restaurante de etiqueta. Alejandro obedeció a la madre, sin siquiera mirar el celular, pero después de apagarlo me vio viéndolo y me guiñó su ojo izquierdo.
No sé si se notó pero sentí calor en la cara y me agaché un momento para disimular.
Era una cena propiamente dicha. Casi nadie hablaba, y los que lo hacían se dedicaban mucho más a comentara la comida que a otro tema la comida que al diálogo. Resulta que la comida estaba exquisita.
-Este verano nos iremos a las costas- divulgó campante la señora de De Los Ríos -¿ustedes?- inquirió luego.
-Eh, pues lo hemos estado pensando y decidimos no vacacionar este año- anunció mi padre, quien ciertamente había llegado muy solo a esa conclusión. Estaba en lo correcto; justo entonces mi madre empezó a toser por haber oído la noticia mientras bebía.
-¿Estás bien Laurita?- dijo preocupada la señora De Los Ríos.
Mi madre tosió un poco más y dijo con la voz ronca y los párpados apretados
-Perfectamen… ¡Perfectamente!-
Pobre, tenía tantas ganas de ir a Mar del Plata…
Hace años que no nos vamos de vacaciones. Primero fue por el trabajo de papá. Más bien dicho por el fanatismo al trabajo de papá, pero el se jubiló el año pasado. Yo empecé la Universidad este año y él anunció que lo mejor sería ahorrar para poder costear convenientemente mis estudios. Mi madre protestó, pero él le pidió esperar hasta 2009. Y bueno… sabemos lo bien que cuesta estudiar en la UCSE.
¡Pero que va! Uno no se muere por no irse lejos en vacaciones. No obstante, pensé que sería muy lindo trabajar y ahorrar para llevar a mamá a alguna playa famosa por unas semanas, aunque para eso me faltaran años.
XI
A su tiempo, “Los derechos de la cueva” concluyeron su serenata. Ahora estaba un muchacho (demasiado “pintudo”) ejecutando tristes canciones en un saxofón. Mi mamá ya llevaba demasiado tiempo sin avergonzarme, y justo antes de que rompiera el récord, extrajo las flores del centro de mesa y plagó con ellas al pobre solista mientras gritaba: “¡¡Te queremos, “Juanpi”, te queremos!!”
¡Ay, qué mal! Varias señoras y señores elegantemente ataviados giraron sus cabezas para mostrarnos gestos grotescos y decirnos unas cuantas palabras “ordinarias”. Yo deseaba tener una bolsa de papel para desaparecer mi cara dentro de ella.
Interrumpida la música, el tal “Juanpi” o mejor, Juan Pablo, se puso de pie sacudiéndose el traje pues las flores lo habían enchastrado. Quitóse también los lentes oscuros, salpicados con la euforia de mi mamá (la cual siempre se aguza bastante con algo de alcohol)
¡El pobre! ¡No sabía donde guarecerse! En efecto, no faltamos los que escogimos la risa como primera reacción (mi caso: yo no tenía dónde esconderme; tuve que reírme).
Tampoco los que la escogieron inmediatamente después; hasta los que nos miraron mal se reían en ese momento.
Aún colgaban algunos desechos de flor de su instrumento cuando musitó: “Disculpadme” y desapareció de escena a la velocidad de la vergüenza.
Me sentía terrible… era extraño eso, ¡me reía de la desesperación!
Mi madre ya estaba sentada, sonriendo con los ojos cerrados. En realidad estaba por dormirse, es el síntoma habitual luego del ataque de euforia, que generalmente no la ataca a ella…
El padre de Alejandro incluso daba puñetazos en la mesa. Mi papá, riéndose también, intentaba despabilar a mamá. Y sí, ya era hora de irse (alrededor de 1:30 a.m.) o al otro día llegaríamos tarde a misa, aunque pensándolo bien, eso siempre terminaba ocurriendo…
-Mi amor, despertate. Dale, nos vamos a casa-
-zzzzz-
La hilaridad mermó lentamente, Alejandro tomaba gaseosa luego de una estridente carcajada. La única cara que ni se crispó fue la de “JJ De Los Ríos”. *
Luego del “bache” el Anunciador anunció que Juan Pablo Molina, el saxofonista español que justo estaba debutando en este país, no volvería al escenario, pero “qué noche nos espera, señoras y señores. Por supuesto, hay más números esperando. Por ejemplo: ¡¡¡A darle sabor!!!” y varios bailarines tropicalmente vestidos invadieron el escenario, prestos a sacudir salvajemente sus cuerpos.
Sólo podía pensar en lo mal que lo había pasado el pobre músico. No sabía si era muy famoso del otro lado del océano, pero definitivamente en ningún debut puede tolerarse la idea de pasar semejante papelón.
La gente se preparaba para marcharse (me refiero a “la gente” de mi mesa)
Pobre… es completamente inocente, no merecía esto.
-¿En qué pensás?- Era Alejandro.
-No, sólo que me siento mal por el chico músico. Creo que le hicimos pasar un muy mal rato. Arruinamos su show-
-No exageres tanto. No creo que se enoje mucho por eso-
-No, pero lo mismo no estuvo bien. Además quizás no esté enojado pero sí triste o desilusionado-
-¿Por qué no lo buscas y le pedís disculpas?-
-¡Pero mi madre es la causante, no yo!- Podía verla abandonar el sitio ayudada por mi padre, aún sonriendo, victoriosa.
-Aún así te ayudaría a sentirte mejor el encontrarlo y disculparte por ella ¿o no?-
Resolví intentar su idea, yo no tenía otra mejor.
-Decile a mi papá que me espere, por favor. ¡No! Si quiere que vaya, yo me tomo un remis; eso decile.-
-Con mucho gusto señorita- exclamó con una leve inclinación.
¿Ah? ¿Se burlaba de mí? Quise preguntarle por que me había dicho eso con acento tan acentuado de chupamedias, pero se alejó al instante.
Yo avancé al escenario dispuesta a encontrar a la víctima.
Un patovica intentó detenerme (por suerte sólo con palabras) pero llegué hasta el anunciador, al cual le expliqué mi necesidad, y me dijo dónde estaba Juan Pablo.
Allí detrás, en un rincón del cuarto de cocina estaba solo, como un estorbo, bebiendo de una oscura copa. Silencioso. Derrotado.
-¿Podré hablarle?- dije para mí misma.
-No lo sé. Ni ha dicho ni se ha movido nada en todo el rato. Parece un muerto.-
La voz era de una cocinera con ambas manos en una masa.
Caminé despacio y muy segura de lo que hacía dije:- Señor Molina.-
-¿Señorita?- me dio la cara, claramente triste a pesar de las gafas negras.
-Es… la primera vez que escucho su música… pero… ¿podría concederme un autógrafo?- la seguridad me había abandonado descaradamente.
A su tiempo, rodó una lágrima.