IV
Sin ningún otro suceso ni comentario especial (o desubicado) nuestra cena concluyó a eso de las diez y media.
Los De Los Ríos, muy educadamente, llevaron cada uno sus platos y cubiertos al fregadero y luego, la señora De Los Ríos insistió en lavar los servicios hasta que mamá sentenció:- ¡Está bien! ¡Pero sólo si yo te ayudo!
Finalmente, las señoras dispararon para la cocina como si fuera un evento de la competencia “la mejor ama de casa”, dejándome sola con los tres hombres.
El señor De Los Ríos sacó unos habanos de su saco e invitó a mi papá a fumar en el living. Yo me quedé quieta mirando una pintura del comedor como si esa no fuera mi casa.
Cuando los dos se hubieron ido, no sé por qué empecé a cantar.
“Wishing on a dream that seems far off. Hoping it will come today...”
-Cantás muy bien.-
¡Ahora recuerdo! Lo hice porque pensé que estaba sola.
-Gracias- dije por decir algo.
-Y tenés muy buen inglés además-
Sonreí despacito y repetí lo último que había dicho.
Hubo luego un instante de silencio en el que por fin pude contemplar su rostro y su mirada sin rodeos. Él estaba haciendo lo mismo conmigo, por lo tanto ya no sentía culpa de observarlo directamente.
“Pero que ojos tan hermosos” pensé al ver esas luminosas joyas negras cargadas de sinceridad y juventud aún impregnadas de cierta curiosidad.
-Estuvo muy rico-
-¿Qué?- ¿De qué hablaba?
-La comida. Tu mamá hace ricos ñoquis-
-Ah, ¿los ñoquis? Los hice yo.- comenté distraídamente.
Levantó la ceja derecha con una sonrisa, pensando aparentemente “¿Qué tal?”
De repente, me alarmó el pensamiento de estar cayéndole muy bien.
-Pero la salsa la hizo ella. ¡Y la hace como ninguna! Ese toque justo de laurel, la combinación perfecta de…
-A mí me gustó la salsa, pero los ñoquis… estaban exquisitos-
Iba a decir “gracias” pero me rehusé a utilizar esa palabra por tercera vez en la misma conversación.
-Eso es muy… (pensando) amable de tu parte-
Hubo un rato antes de que dijera:-¿Y que tal si intentamos algo juntos?-
-¿¡Cómo!?-
-Digo, por que yo toco la guitarra y como vos tenés linda voz me parece una buena idea que saquemos algún tema…- Me quedé shockeada. ¿Cómo pude imaginar que…? -…acompañarte tocando mientras vos cantás. Eso, claro, si querés.
Hubo un rato de silencio.
-¿Y como qué tocás?- inquirí.
-De todo, folclore, tango, canciones populares… Estoy juntando para la guitarra eléctrica y seguir con el rock, el blues.-
-Qué bueno…-
-¿Y vos como qué cantás?- preguntó sonriendo.
-Tampoco tengo muchas preferencias. Romántico, pop, folclore, canciones en inglés. Eso sí, cumbia no.-
-¿No? ¿Por qué?-
-Es que no me gusta la cumbia. En realidad, la detesto.-
-A mucha gente que dice eso en realidad sí le gusta la cumbia. En el fondo la cantan y si van a los boliches la bailan muy contentos.-
-Bueno, pero este no es el caso-
-Ja, ja, ja-
Se quedó ahí, al parecer esperando que yo también me riera estúpidamente y al final, algo en mi rostro le borró la sonrisa de la cara.
-Bueno sí, supongo que hay excepciones.-
-¿Cómo te llamás?- Quería saber si tenía otro nombre aparte de Alejandro.
-Alejandro.-
-¿Alejandro cuanto?-
-De Los Ríos, Alejandro De Los Ríos-
-No, tonto, tu segundo nombre-
-¡Ah! Alejandro Tonto De Los Ríos me llamo.-
Ahí sí tuve que reírme. Al parecer era de esos payasos que disfrutan que la gente se ría aun de ellos mismos.
-No, nooo. David me llamo también pero no me gusta.-
-¿Por qué?-
-No sé, siento que ese nombre no va conmigo, que no pega.-
-¿Y qué nombre pegaría?-
-No sé. Martillo.-
Tengo que admitir que soy muy propensa a reírme de tonterías como ésta, sobre todo cuando el hielo está roto, pero este chico se estaba pasando.
-Y vos sos Anahí…-
-Marité Regazzoni.- concluí yo.
-¡Oh! Nombre de estrella.-
-¿Eso fue un piropo?-
-¿Qué? No para nada. No soy de piropear a las chicas. Se les sube el ego muy rápido-
-¿Y a los chicos?-
-A los chicos se nos sube la autoestima-
-Ah, claro. Qué vivo.-
-¿Es un piropo?-
-Como veo que tu autoestima no está nada baja, no creo necesario piropearte.-
-Pero lo hiciste.-
-No, y además vos empezaste.-
-Eso no fue un piropo.-
-Lo de vivo tampoco lo fue.-
-Bueno, ojitos de miel.-
-No, ¡no vas a ganar! El hecho de que me hayas hecho un cumplido no significa que yo también lo haga.-
-¡Pero si ya gané! Acabás de demostrar lo que dije.-
-¿Qué cosa?-
-Lo del ego de las chicas.-
Abrí la boca, sorprendida. Era uno de esos momentos en los que no sabés si reírte o gritar.
Me guiñó un ojo pícaramente, apuntándome con el índice y chasqueando dos veces con la lengua.
V
Al final, Alejandro se había ido sin darme un número o una dirección, sin besarme en la mejilla, como lo haría cualquier muchacho "educado". Sólo me dijo "¿Te puedo sacar una foto?" y, sin esperar respuesta, desenfundó un celular de no sé dónde y disparó. Acto seguido, desapareció fugazmente.
¿Como pude vivir sin él tanto tiempo? Luego de su partida me di cuenta de que por tenues momentos me había sentido importante, apreciada, valorada, necesaria.
Y hora sólo estaba tirada en el lío de sábanas y almohadas que llamaba cama tratando de recordar el argumento de mi existencia antes de conocerlo.
¿Quién era yo? ¿La hija de un matrimonio adinerado que estudiaba abogacía en la UCSE con vistas a graduarse en el 2012? ¿Una soltera sin historial romántico esperando "el temblor"? ¿Una chica más que no le veía el sentido a la vida y que de un momento a otro inminentemente se suicidaría?
Ningún papel parecía encajar perfectamente conmigo.
Me incorporé cuando escuché el ruido del portón y el auto. "¿Qué hora es?" No se veía nada; la luz natural era casi nula.
Bajé al comedor y encontré a mi mamá tejiendo.
-¿Tenés hambre mi vida? Quedó comida; calentate un plato en el microondas-
-No, mamá ¿Qué hora es?-
-Deben ser las diez-
Miré el cuadro que había observado tanto esa misma tarde.
Nunca entendí que significaban todas esas luces, a lo lejos.
¿Eran faroles? Pero estaban desalineadas... ¿Eran antorchas?, ¿estrellas?... ¿ojos?
Sin ningún otro suceso ni comentario especial (o desubicado) nuestra cena concluyó a eso de las diez y media.
Los De Los Ríos, muy educadamente, llevaron cada uno sus platos y cubiertos al fregadero y luego, la señora De Los Ríos insistió en lavar los servicios hasta que mamá sentenció:- ¡Está bien! ¡Pero sólo si yo te ayudo!
Finalmente, las señoras dispararon para la cocina como si fuera un evento de la competencia “la mejor ama de casa”, dejándome sola con los tres hombres.
El señor De Los Ríos sacó unos habanos de su saco e invitó a mi papá a fumar en el living. Yo me quedé quieta mirando una pintura del comedor como si esa no fuera mi casa.
Cuando los dos se hubieron ido, no sé por qué empecé a cantar.
“Wishing on a dream that seems far off. Hoping it will come today...”
-Cantás muy bien.-
¡Ahora recuerdo! Lo hice porque pensé que estaba sola.
-Gracias- dije por decir algo.
-Y tenés muy buen inglés además-
Sonreí despacito y repetí lo último que había dicho.
Hubo luego un instante de silencio en el que por fin pude contemplar su rostro y su mirada sin rodeos. Él estaba haciendo lo mismo conmigo, por lo tanto ya no sentía culpa de observarlo directamente.
“Pero que ojos tan hermosos” pensé al ver esas luminosas joyas negras cargadas de sinceridad y juventud aún impregnadas de cierta curiosidad.
-Estuvo muy rico-
-¿Qué?- ¿De qué hablaba?
-La comida. Tu mamá hace ricos ñoquis-
-Ah, ¿los ñoquis? Los hice yo.- comenté distraídamente.
Levantó la ceja derecha con una sonrisa, pensando aparentemente “¿Qué tal?”
De repente, me alarmó el pensamiento de estar cayéndole muy bien.
-Pero la salsa la hizo ella. ¡Y la hace como ninguna! Ese toque justo de laurel, la combinación perfecta de…
-A mí me gustó la salsa, pero los ñoquis… estaban exquisitos-
Iba a decir “gracias” pero me rehusé a utilizar esa palabra por tercera vez en la misma conversación.
-Eso es muy… (pensando) amable de tu parte-
Hubo un rato antes de que dijera:-¿Y que tal si intentamos algo juntos?-
-¿¡Cómo!?-
-Digo, por que yo toco la guitarra y como vos tenés linda voz me parece una buena idea que saquemos algún tema…- Me quedé shockeada. ¿Cómo pude imaginar que…? -…acompañarte tocando mientras vos cantás. Eso, claro, si querés.
Hubo un rato de silencio.
-¿Y como qué tocás?- inquirí.
-De todo, folclore, tango, canciones populares… Estoy juntando para la guitarra eléctrica y seguir con el rock, el blues.-
-Qué bueno…-
-¿Y vos como qué cantás?- preguntó sonriendo.
-Tampoco tengo muchas preferencias. Romántico, pop, folclore, canciones en inglés. Eso sí, cumbia no.-
-¿No? ¿Por qué?-
-Es que no me gusta la cumbia. En realidad, la detesto.-
-A mucha gente que dice eso en realidad sí le gusta la cumbia. En el fondo la cantan y si van a los boliches la bailan muy contentos.-
-Bueno, pero este no es el caso-
-Ja, ja, ja-
Se quedó ahí, al parecer esperando que yo también me riera estúpidamente y al final, algo en mi rostro le borró la sonrisa de la cara.
-Bueno sí, supongo que hay excepciones.-
-¿Cómo te llamás?- Quería saber si tenía otro nombre aparte de Alejandro.
-Alejandro.-
-¿Alejandro cuanto?-
-De Los Ríos, Alejandro De Los Ríos-
-No, tonto, tu segundo nombre-
-¡Ah! Alejandro Tonto De Los Ríos me llamo.-
Ahí sí tuve que reírme. Al parecer era de esos payasos que disfrutan que la gente se ría aun de ellos mismos.
-No, nooo. David me llamo también pero no me gusta.-
-¿Por qué?-
-No sé, siento que ese nombre no va conmigo, que no pega.-
-¿Y qué nombre pegaría?-
-No sé. Martillo.-
Tengo que admitir que soy muy propensa a reírme de tonterías como ésta, sobre todo cuando el hielo está roto, pero este chico se estaba pasando.
-Y vos sos Anahí…-
-Marité Regazzoni.- concluí yo.
-¡Oh! Nombre de estrella.-
-¿Eso fue un piropo?-
-¿Qué? No para nada. No soy de piropear a las chicas. Se les sube el ego muy rápido-
-¿Y a los chicos?-
-A los chicos se nos sube la autoestima-
-Ah, claro. Qué vivo.-
-¿Es un piropo?-
-Como veo que tu autoestima no está nada baja, no creo necesario piropearte.-
-Pero lo hiciste.-
-No, y además vos empezaste.-
-Eso no fue un piropo.-
-Lo de vivo tampoco lo fue.-
-Bueno, ojitos de miel.-
-No, ¡no vas a ganar! El hecho de que me hayas hecho un cumplido no significa que yo también lo haga.-
-¡Pero si ya gané! Acabás de demostrar lo que dije.-
-¿Qué cosa?-
-Lo del ego de las chicas.-
Abrí la boca, sorprendida. Era uno de esos momentos en los que no sabés si reírte o gritar.
Me guiñó un ojo pícaramente, apuntándome con el índice y chasqueando dos veces con la lengua.
V
Al final, Alejandro se había ido sin darme un número o una dirección, sin besarme en la mejilla, como lo haría cualquier muchacho "educado". Sólo me dijo "¿Te puedo sacar una foto?" y, sin esperar respuesta, desenfundó un celular de no sé dónde y disparó. Acto seguido, desapareció fugazmente.
¿Como pude vivir sin él tanto tiempo? Luego de su partida me di cuenta de que por tenues momentos me había sentido importante, apreciada, valorada, necesaria.
Y hora sólo estaba tirada en el lío de sábanas y almohadas que llamaba cama tratando de recordar el argumento de mi existencia antes de conocerlo.
¿Quién era yo? ¿La hija de un matrimonio adinerado que estudiaba abogacía en la UCSE con vistas a graduarse en el 2012? ¿Una soltera sin historial romántico esperando "el temblor"? ¿Una chica más que no le veía el sentido a la vida y que de un momento a otro inminentemente se suicidaría?
Ningún papel parecía encajar perfectamente conmigo.
Me incorporé cuando escuché el ruido del portón y el auto. "¿Qué hora es?" No se veía nada; la luz natural era casi nula.
Bajé al comedor y encontré a mi mamá tejiendo.
-¿Tenés hambre mi vida? Quedó comida; calentate un plato en el microondas-
-No, mamá ¿Qué hora es?-
-Deben ser las diez-
Miré el cuadro que había observado tanto esa misma tarde.
Nunca entendí que significaban todas esas luces, a lo lejos.
¿Eran faroles? Pero estaban desalineadas... ¿Eran antorchas?, ¿estrellas?... ¿ojos?